barro y agua arrancando raíces y cardos,
los abrojos pegados a la masa esponjosa del
cerebro.
Alud de montaña
con la nuca como único punto de fuga,
de agua clara y piedra que rebota en el
cuenco de hueso,
de frío cauterizante que se lleva toda
pesadilla nival.
Hasta una costa arrastrará mi cuerpo,
blanco y ridículo tumbado bajo el sol
y ahí, enfriado por la noche y abrasado al
mediodía,
los huesos confundiéndose con la arena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario