sábado, 30 de enero de 2016




Un alud estrellando contra la cabeza,
barro y agua arrancando raíces y cardos,
los abrojos pegados a la masa esponjosa del cerebro.
Alud de montaña
con la nuca como único punto de fuga,
de agua clara y piedra que rebota en el cuenco de hueso,
de frío cauterizante que se lleva toda pesadilla nival.

Hasta una costa arrastrará mi cuerpo,
blanco y ridículo tumbado bajo el sol
y ahí, enfriado por la noche y abrasado al mediodía,
los huesos confundiéndose con la arena.

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