jueves, 17 de marzo de 2016




El gigante siempre es ofrecido por la noche,
sueños recurrentes siempre traen a Robert Wadlow.
El hombre más alto, de la muerte joven gesto amable,
entre veredas extrañas de otra vieja nueva flora.

Me soñé entre terrazas y mi sombra como Wadlow,
derramada entre fierros de escaleras clausuradas;
al sol que declina tras carteles golpeé los tanques de agua
sacando armónicos a los vacíos por defecto del flotante.
Como el gigante gentil que esquivaba las arañas
percutir la membrana al mirar fijo el disco ardiente,
yerra de tiempo en las terminaciones nerviosas
que secundan la coroides.

Subpienso que si fuese tan alto como el gigante,
de no morir tan joven clavados los veintidós,
me fugaría en terrazas para abstraerme del pulso
como cuando él miró arriba y retuvo un cielo ardiente
mientras al lado padres retrataban a los niños
y solo comprendieron su don como ornamento (freak of nature),
arquitectos silentes de la nueva vieja flora
que sonó un futuro en  los bunkers
para sus hijos y nietos.

Me subsueño, entonces, descender de entre la herrumbre;
bajar desde las cajas de cable que aun colapsan con tormenta,
de entre el flujo invariable de cruces de junta asfáltica
que opera como una fe secreta de porteros o encargados,
para saberme, al final, ni poder mirar espejos:
que en el iris refucilos
desaten la aberración,
como neural desvío estratégico
de un tiempo en retirada.

Y cuando mis ojos desborden como rayos globulares
- blancas llamas de intensa escala,
obligándome a usar máscara de soldador
porque “nunca mires cuando sueldan
porque te podés quedar ciego” -
subpienso, mientas sueño al gigante,
que  como Joseph Merrick
voy a girar sobre el lado prohibido de la cama
y ya sin lágrimas en los ojos
miraré la almohada
para que todo arda.

miércoles, 2 de marzo de 2016




Con los codos clavados
en el mantel plástico,
fumando en el balcón,
entre lámparas de sodio
perdiendo todo el tiempo
que sea capaz de perder
bajo el tintinar de cascarudos;
no importa:
esta noche necesito nombrarlos,
nombrarlos y escuchar la voz de los muertos:
eco en los caracoles de los pozos de ascensor,
braza estigma viva en la muñeca,
oscilación amable en la copa de árboles nocturnos.

Codos clavados en el pozo de ascensor,
eco caracol de los alerces nocturnos,
manteles achicharrados entre brasa viva;
oscilación de sodio.
Tiempo estigma de las fosas de Ascensión:
cifraré el lenguaje amable de los cascarudos.