A ver,
el
problema no es el baile ese de los extraños de las máscaras
ni los
estaqueados entre las chispas,
que
igual dale que dale con la música,
¿pero baldear
toda la sangre seca de la vereda?
Encima
esas polillas, prefiero el instante de verdad
en que
se te quedan mirando fijo
las
lagartijas que entran por la ventana.
Yo
estaba justo como ellas pensando,
pensaba
que recortar y juntar los carteles
que salen
en el fondo de las polaroids
seguro
te devuelve el tiempo
y que ninguna
serpiente mejor a esas
que trajeron
los camalotes el año pasado;
todo esto
pensaba yo y de pronto chau:
había un
baile de estaqueados y eso que no era carnaval,
las brasas
hacían “pssss psssss” con la sangre que chorreaba
y no estábamos
en carnaval.
Oblicuos
desde la calle
los
focos de autos dibujaban ánimas sobre el techo,
o por ahí
sí eran los muertos
¿No
viste que arriba en los arboles
las
hojas tiemblan para invocarlos?
Al fin
me dormí,
pensando
que ningún sol mejor
que ese
que incendiaba la arena
mientras
jugábamos a las corridas
en la
cubierta de un barco oxidado.
Pero patente,
las luces bailaron en la noche
y los
estaqueados miraban la luna extraviados entre el fuego.