Junto al
latido húmedo que supura el río
viene un
magullar que punza y corta
y con
otra navaja entregada en sueños
abro el
pliegue intonso de los días,
de filas
largas y finitas de luces
que titilan
confundiendo a algún viajero remoto.
La flecha
del tiempo;
hecha con piedra de una ciudad derruida,
de
charcos de sangre oscuros
en terreno ganado al río,
su
punta tallada por refucilos
que no
vi
pero me
contaron.
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